Imágenes que para muchos de nosotros, los que estuvimos esa madrugada en la Plaza y los que no pudieron estar, serán imborrables.
Imágenes que nos remitirán a uno de los momentos de mayor tristeza y de mayor bronca de nuestra vida en relación a nuestros ideales, a nuestra militancia.
El día en que un obscuro vicepresidente votado por los mismos que nos mordíamos los labios en las afueras del Congreso, o frente al televisor, esperando un mínimo gesto de dignidad, prefirió quebrar su contrato no escrito con la mayoría que lo puso en su cargo, agregar una derrota más a los sectores populares, y darle motivo de festejo a los que nunca se cansan de festejar sobre la miseria ajena.
Después vinieron las horas de efímera gloria, de balcón y festejos, de paradas en pueblos y abrazos en la ruta. Ya se había olvidado que cinco horas antes declaraba, antes de emitir su cobarde voto no positivo, que ése era el día más difícil de su vida.
"Que la historia me juzgue", dijo antes de consumar el hecho.
Por su bien, la historia le reservará el más llano olvido antes que el lugar de traidor que le corresponde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se eliminarán los anónimos. Pero no cuesta nada ponerse un nombre, che.